Cafè científic: L’origen de la nostra cultura

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Tot i que ahir era 13 d’abril i segon dimecres de mes, la Lluna, que regula la Setmana Santa, ens va fer avançar una setmana el cafè científic. Va venir Joaquín Sanmartín Ascaso, del Departament de Filologia Semítica a la Facultat de Filologia (UB), qui, sota el títol Quin és l’origen més antic de la nostra cultura? Ens va parlar de l’origen de la cultura i les llengües al Pròxim Orient, el bressol de la nostra cultura. Som-hi.

Aparición de las ciudades

Para empezar la tertulia de hoy, creo que en primer lugar, tendríamos que diferenciar entre civilización y cultura. El origen etimológico de la palabra civilización hay que buscarlo en el latín civitas = ciudad. De modo que las culturas que no generan ciudades, no pueden ser llamadas civilizaciones.

En el neolítico, las familias vivían de una economía de subsistencia; cada familia creaba lo que necesitaba: lechugas, alpargatas o cerámica. Pero alrededor del 4000 aC, el tiempo que se conoce como Edad de Bronce, entre el Tigris y el Éufrates, al sur del actual Irak, los campesinos empezaron a agruparse en grandes núcleos urbanos. Alrededor de cada 10 km se encontraba un núcleo de una considerable población: en cada ciudad vivían unas 80.000 personas.

En las ciudades apareció una división del trabajo, las personas tenían profesiones: alfareros, alpargateros, albañiles, herreros; en conclusión, aparecieron los gremios artesanos. Así, en términos económicos, el sector secundario apareció como consecuencia del urbanismo. Cuando los profesionales que integraban el sector secundario necesitaban hortalizas no la cultivaban, iban a comprarla a los agricultores.

El segundo estamento social que apareció con la urbanización fue el que componían los holdings, las grandes estructuras administrativas, responsables del sector terciario. Estaban representadas básicamente por el palacio real y el templo, y eran quienes organizaban la construcción de las murallas de la ciudad o los canales de riego, por ejemplo. Y apareció también el cuarto sector (íntimamente vinculado al tercero): el que controlaba la información, las noticias y la educación.

Además de la división del trabajo, en las ciudades apareció también un capitalismo rentista. Los propietarios de los campos agrícolas alrededor de las ciudades no los solían explotar, si no que los rentaban. De modo que pudieron dedicarse a otras tareas, como a prestar dinero, y apareció la banca. Ya entonces existían cartas de crédito, cheques y órdenes de pago.

Pero toda esta estructura no se hubiera podido mantener sin registrar las operaciones, de modo que fue necesaria la escritura, efecto de la cultura. Así pues, aparte de la diferencia tecnológica, la vida en una ciudad del 4000 aC no era muy diferente de la vida en una ciudad actual.

La escritura

En la antigua Mesopotamia se escribía sobre tablillas de barro. Se estima que escribía entre un 1% y un 1,5% de la población; mientras que alrededor del 2% era capaz de leer. Leían quienes tenían alguna profesión relacionada con la documentación. Joaquín nos enseña una que saca de una caja de cerillas, fechada en torno al 1800 aC; es el contrato de la venta de un campo, firmado por catorce testigos. También nos muestra otra, algo mayor pero que cabe en la mano (incluso tiene forma anatómica), que relata una venta de cebada, y está fechada en el 1700 aC.

La carrera de escriba se empezaba a los 4 años de edad y solían cursarla hijos de escribas. Las escuelas de escribas estaban hechas con bancos de obra alrededor de una pista de arena central en la que el maestro escribía los signos que los alumnos debían copiar con un cálamo de punta triangular sobre tablillas de un barro no demasiado blando como para que se deshiciera, ni demasiado duro para que no se pudiera escribir.

El acadio se empleó en Mesopotamia desde alrededor del 3300 aC, hasta el 70 aC. Los signos acadios no correspondían a un alfabeto, sino a ideogramas, que acabaron siendo también unas 750 sílabas. Derivaban de los signos del antiguo Egipto, porque los egipcios tenían influencia en la costa mediterránea palestina, controlaban los puertos de Tiro y de Beirut. Era una escritura porque puede leerse en una lengua y sólo en una.

Con anterioridad a la escritura acadia había una forma de registro documental, que se considera el proto cuneiforme, y que registraba ventas, contratos o plegarias. Eran las bulas, canicas de barro dentro de un estuche, que tenían inscripciones como oveja, cebada o templo. Estas primeras bulas solamente indicaban sustantivos y numerales.

Como el antiguo egipcio (y el árabe y el hebreo), el acadio no tenía vocales en sus palabras (las incluyeron los griegos que por utilizar una lengua indoeuropea, que no permite leer sin vocales). Escribían también sin separar las palabras, que no se implantó hasta el siglo VII cuando monjes irlandeses quisieron facilitar la lectura de textos en latín.

Tanto el egipcio como el acadio se pueden escribir de izquierda a derecha o viceversa, o de arriba abajo, pero parece que a los humanos no nos gusta escribir de abajo a arriba. Incluso se puede escribir de izquierda a derecha, y al llegar al fin de la línea, seguir de derecha a izquierda, como la forma de arar de un buey.

Las tablillas escritas en acadio se comenzaron a descifrar en 1830 y 1840, a partir de contextos bilingües con el persa. El persa es una lengua indoeuropea, como el griego y el latín; mientras que el acadio es una lengua semítica, como el árabe y el hebreo. En los museos hay entorno a un millón de tablillas, de las que se ha descifrado solamente un 1%.

Medidas y códigos

Llegados a este punto, Joaquín nos ofrece una idea de la relación entre las medidas y el coste de las mercaderías de la época, usando el siclo como referente:

      • 300 litros de cebada 1 siclo (equivale a 8 gr de plata)
      • 3 litros de aceite fino (para lámparas y perfumes) 1 siclo
      • 12 litros de aceite (para uso culinario) 1 siclo
      • 3 kgr de lana 1 siclo
      • 600 litros de sal 1 siclo
                2 kgr de cobre (en lingote) 1 siclo

Y también de la legislación que se aplicaba, el código de Hammurabi, que tradujo en el libro: Sanmartín, J: Códigos legales de tradición babilónica. Trotta Barcelona, 1999:

“Si alguien toma una esposa sin contrato matrimonial, esa mujer no es su esposa”
“Si una esposa es vista con otro hombre que no es su marido, los dos serán atados y serán tirados al agua.”

Recuerdo entonces que años atrás contó Joaquín que habían descifrado una tablilla que era la plegaria de una mujer a la diosa Ishtar, en la que le pedía que el hijo que llevaba se pareciera lo máximo posible a su marido. El menos original de los pecados.

“Si la esposa de un hombre enferma de sarna, el hombre podrá tomar otra esposa, pero deberá mantener a la primera. Si la primera mujer no quiere, que se le restituya la dote y que se vaya.”

“Si un hijo golpea a su padre, que le corten la mano.”
“Si por causa de un hombre un segundo pierde un ojo, que le quiten un ojo al primero.”
“Si por causa de un hombre un segundo pierde un diente, que le quiten un diente al primero.”
“Si un médico opera con un bisturí de bronce y provoca la muerte del paciente, que le quiten la vida.”

Estos estamentos son los que la ley bíblica mosaica consagró en la posterior Ley de Talión, del siglo V aC.

El código de Hammurabi, más que ser la fuente del derecho, es el fruto. Se trata de una recopilación de normas consuetudinarias, similares a la jurisprudencia anglosajona, que aplicaban los jueces. La justicia la aplicaban las personas de ley, elegidas por su sentido común, nombradas por el rey, equivalentes al juez de paz.

Epopeyas

La épica es el otro tipo de literatura mesopotámica que ha llegado a nuestra época. Nos lee algunos de los versos de su traducción de la Epopeya de Gilgamesh, Rey de Uruk, publicado por Editorial Trotta (Madrid). Es una versión recopilada de textos originales acadios recuperados por estudios recientes.

La epopeya babilónica clásica de Gilgamesh redactada en torno al año 1100 de nuestra era es el texto épico más antiguo que se conoce. Narra las andanzas del rey de Uruk quien, según Joaquín, debía ser un auténtico bala. Entre otras batallas, ofende a Ishtar, quien finalmente se acaba enamorando de Gilgamesh y le pide “sé mi marido, regálame tus frutas, te daré lapislázuli y oro.” Pero él le responde: “Si yo ahora me caso contigo, ¿serás tú quien me dé el pan y la cerveza?”

A partir de estos textos, se comprende la forma de pensar de los antiguos babilonios y, concretamente en este párrafo, los dos arquetipos de mujer en la antigua Babilonia. La mujer doméstica que compra, lava la ropa, cría, amamanta; y la mujer del placer y del amor. Ishtar es el paradigma de esta última; es la diosa enamoradiza, sexy, ligona que nunca se puede quedar embarazada.

Nos preguntamos si, como decía Heidegger, las el lenguaje presiona la manera de ver el mundo; o, como Chomsky, no lo condiciona en absoluto, porque la gramática generativa provoca que todos tengamos el mismo cerebro. Joaquín cree que todo se puede expresar en todas las lenguas. Y nos cuenta que tiene un trabajo hecho sobre los universales lingüísticos: los términos que existen en todas las lenguas. Como son uno y dos, dentro y fuera, arriba y abajo; antes y después…

Joaquín, ¿cómo llegaste a las lenguas semíticas?

Al terminar el bachillerato en los maristas de Zaragoza, mi padre me matriculó en derecho. Pero la facultad era tan tétrica en la década franquista de 1950 que pensé que si seguía ahí me iba a morir. De modo que me fui a Italia y me puse a estudiar tablillas cuneiformes. Con este trabajo hice mi tesis.

Al terminarla volví a España. Pero al llegar con textos extraños, como son los cuneiformes, el guardia civil que me revisaba el equipaje preguntó a otro: “¿Esto qué es?” y el otro le respondió “Música”, yo pensé “¿Qué voy a hacer yo aquí?” Y entonces se apareció el señor: me ofrecieron una beca en Alemania, porque necesitaban un especialista en lengua ugarítica. Y allí pasé 14 años de mi vida. Pude estudiar filosofía, teología, lingüística… nunca termina uno de aprender.

De modo, que nunca he estudiado en una universidad española, más que una parte de un curso de Derecho. Regresé a la Universidad de Murcia, pero no tenía masa crítica; de modo que cuando se convocó una plaza en la Universidad de Barcelona, ya vine para acá. Estoy a punto de jubilarme en esta disciplina minoritaria. En los cursos de religiones del antiguo oriente en la UB, podemos tener hasta 70 matriculados; en las asignaturas en que se deben interpretar textos, acabamos teniendo unas 4 personas.

A pesar de ser minoritaria, esta especialidad ha de existir. Si olvidamos las disciplinas de conocimiento puro (las de Homo sapiens), como sería el estudio de lenguas semíticas antiguas, a favor de las técnicas (las de Homo habilis), perdemos; es como si quisiéramos tocar un piano con tres teclas.

Fotografías: NASA y Cristina Junyent.