Ayer miércoles nueve de diciembre, en el Café Científico de la Casa Orlandai, hablamos de genética forense con Manuel Crespillo, científico del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (Departamento de Barcelona). No vino solo, su colega Juan Antonio Luque colaboró en la tertulia. Ambos son biólogos forenses, la diferencia con otros biólogos es que estudian restos genéticos bajo otro punto de vista.
Cómo trabajan los forenses?
El término “forense” deriva del término “forum” (plaza, mercado, espacio público, plaza principal, como foro o fuero) y se refiere a los tribunales de justicia. Los estudios forenses, pues, están bajo el el punto de vista judicial, ya que la medicina forense ayuda y da soporte a los tribunales de justicia.
Son varios los especialistas que participan en la medicina forense: psiquiatras, químicos, patólogos… y, biólogos. Los biólogos forenses estudian los restos biológicos de las pruebas encontradas en el lugar en que ha sucedido un acto criminal. Así, se trata de una ciencia aplicada que da soporte a la criminalística.
Hace poco, la serie de televisión CSI se puso muy de moda. Tanto, que, en Estados Unidos, se llegaban a pagar 230.000 $ por treinta segundos de publicidad. Este fenómeno desató un interés creciente por la ciencia forense; por una parte incentivó vocaciones, pero a su vez, generó falsas expectativas sobre la utilidad y la eficiencia de la técnica. El diagnóstico forense no es tan inmediato ni certero.
Los responsables de realizar la inspección del lugar de los hechos (o de las personas), envían muestras a los biólogos forenses, quienes recuperan los restos biológicos que han quedado en el lugar de un crimen, o que estén relacionados con él, y buscan el material que pueda haber. Generalmente se trata de atribuciones de paternidad, agresiones sexuales, homicidios, robos, secuestros…
Por ejemplo, en el caso del secuestro de Maria Àngels Feliu, farmacéutica de Olot, el análisis del ADN recuperado de la saliva depositada en los sobres que los secuestradores enviaban a la familia para extorsionarlos, pudieron ser empleados para incriminar a los sospechosos en el juicio.
El perfil genético
Estas asignaciones se pueden hacer a pesar de que el genoma de las personas es muy parecido. En un 1% coincide en todos los humanos: por esto todos tenemos dos brazos, dos piernas, dos orejas, dos ojos… y cada uno de ellos en el lugar que les corresponde. Nuestro desarrollo ha seguido las mismas instrucciones.
Pero también es cierto que todos somos “algo” distintos los unos de los otros: tenemos la nariz en su sitio, pero es individual, tenemos huellas dactilares personalizadas… nos distinguimos los unos de los otros. Los genetistas saben en qué lugares de los cromosomas hay que encontrar las diferencias, qué lugares son más polimórficos entre las personas.
Así, que cada ser humano sea distinto de otro, permite atribuir a uno y no a otro un determinado resto humano, especialmente un perfil genético. De modo que, antes de emitir el veredicto de un juicio, se puede tener un alto grado de certeza sobre quién fue la persona que dejó un resto en un determinado lugar, por estudiar el perfil genético de los implicados. Ahora bien, siempre se afianza con indicios de otras procedencias.
Casos de paternidad
El ADN forense desvela casos de paternidad u otros parentescos, la mayor parte relacionados con la reclamación de herencias de hijos o familiares no tenidos en cuenta. Habitualmente hijos de fuera del matrimonio o de segundos matrimonios, que quieren ser incluidos en la distribución del patrimonio. Son casi el 10% de los casos.
Uno de los primeros casos en que se buscó la paternidad, y fue mal adjudicada, es el de Chaplin. La actriz Joan Berry le acusó de ser el padre de su hijo, él aseguró que hacía más de un año que no la veía, y las pruebas periciales dijeron que él no podía ser. Chaplin pertenecía al grupo 0, mientras que la madre pertenecía al grupo A y la hija al B. El padre, por tanto, debía aportar el grupo B, que Chaplin no tenía.
Sin embargo, y a pesar del testimonio de tres médicos, el tribunal le declaró culpable y le condenó a dar el nombre y pasar una manutención para la muchacha. Y la sociedad también le condenó; este caso no ayudó en el ambiente que llevó a la “caza de brujas” maccarthiana posterior, y se tuvo que exiliar de Estados Unidos.
Ahora no se hacen pruebas con grupos sanguíneos, sino con perfiles genéticos. Se han utilizado en casos de paternidad en que ha habido secuestros de bebés. Ayudan por ejemplo, para encontrar a los hijos de desaparecidos en Argentina, acción promovida por las Abuelas de la plaza de Mayo.
En España, los perfiles genéticos han ayudado a atribuir paternidades en los casos de niños robados, quienes piden una base de datos para facilitar la tarea.
La escena de un crimen
En los casos de crímenes, los equipos que realizan el atestado del lugar han de tomar de forma muy precisa las muestras. Y documentar los hallazgos: fotografiar el espécimen, describirlo y aislarlo bien, y seguir rigurosamente el camino hasta que llega al laboratorio de genética forense. Ahí también ha de seguir un protocolo de recepción y de custodia riguroso.
La custodia de las muestras es muy importante, por diversas razones. Uno de los problemas más frecuentes en los estudios de ADN forense es su contaminación. Una muestra puede contaminarse desde el momento en que es depositada, en el trayecto al laboratorio y en el laboratorio mismo. Una de las precauciones de todos los laboratorios es que hay que realizar el perfil genético de todas las personas que han participado en la trayectoria de la muestra, de manera que queden acotados los perfiles.
En el elenco se incluyen las personas que han participado incluso en la fabricación y distribución del material de laboratorio. Pues hubo un caso en que la policía europea tuvo problemas de atribución. Le llamaron el caso del fantasma de Heilbronn. Empezó con el hallazgo de un ADN femenino, en el coche en que fue hallado el cadáver de una oficial de policía en Heilbronn (Alemania). También se encontró el mismo perfil en los escenarios de otros cuarenta crímenes.
Se resolvió el embrollo cuando se atribuyó el perfil del ADN a una empleada de la empresa suministradora de material a los laboratorios forenses. Concretamente, se habían contaminado los tubos Eppendorf para tomar muestras. Es muy fácil contaminar las muestras, con muy poco material se puede alterar.
Esto sucede porque en el estudio de las muestras genéticas, el ADN encontrado se somete a técnicas de multiplicación (de PCR); digamos que se “fotocopia” para poderlo estudiar con mayor facilidad. De manera que, con poca muestra puede amplificarse el acierto o el error.
Otra razón para que las muestras deban estar bien custodiadas es por garantizar que no suceda como en el Caso Simpson. El jugador de futbol americano acusado de asesinar a su ex-esposa y un amigo arguyó que la policía le acusaba por ser negro. En un momento dado, para neutralizar las pruebas de ADN que le inculpaban, su abogado defensor preguntó a los forenses qué cantidad de muestra habían obtenido del cadáver de la mujer.
Como la suma de las cantidades entregadas a los diferentes laboratorios para el estudio de los diferentes marcadores, era algo menor al de la muestra obtenida, el abogado consiguió inculcar la duda de que la prueba más inculpatoria, un calcetín de Simpson manchado por la policía a propósito para inculparle con una gota de sangre de su ex-esposa, y la prueba fue rechazada.
Estudios que exculpan presos
En otros casos, la interpretación de las muestras permite exonerar a inocentes. El primer caso de condena basada en el estudio del ADN fue el caso Pitchfork, en 1988. Sirvió para inculpar al culpable y exonerar a un inocente previamente acusado. De no haber sido por las muestras tomadas en cavidades de las víctimas, probablemente los dos asesinatos
hubieran sido sido atribuidos a una persona inocente.
El Proyecto Inocencia es una organización que se dedica a liberar personas que han sido condenadas de forma errónea. The Innocence Project empezó en el Reino Unido y, hasta la fecha, ha exonerado a trescientas treinta y tres personas,
por la intervención de abogados y otros profesionales, que trabajan para esta entidad sin ánimo de lucro.
Identificación de víctimas de grandes catástrofes o desaparecidos
El perfil genético puede permitir atribuir el grupo étnico al que pertenece el portador. En algunos casos ha servido para cerrar casos. Por ejemplo, en el avión del vuelo 27 de American Airlines que se estrelló en el Pentágono el once de septiembre de 2001, se consiguió identificar a todas las víctimas excepto a cinco, que contenían marcadores frecuentes en grupos étnicos del Próximo Oriente. Fueron consideradas como pertenecientes a los secuestradores. Y se cerró la investigación genética forense.
Ahora bien, con la identificación de las víctimas del derrumbe de las Torres Gemelas hubo muchos más problemas. Un 40% de los restos de las víctimas quedó por identificar. Para explicarlo hay que considerar que el ataque tuvo lugar a primera hora de la mañana, que muchas de las víctimas eran las personas que limpiaban las oficinas y que podían estar en situación ilegal, de modo que nadie se atrevió a reclamar los cuerpos.
Tampoco se reclaman muchas de las víctimas del Mediterráneo; especialmente duro en esta época crisis humanitaria. Además de las situaciones de “alegalidad”, en muchos casos, existe el de la incomunicación, en que muchas familias desconocen el lugar exacto de la persona.
Casos históricos
Gracias a la recuperación de la memoria histórica, por el ADN se atribuye la identidad de restos encontrados en supuestas fosas de la última guerra española.
En estos casos se busca el testimonio de los vecinos, y se recurre a documentos históricos y a la antropología. Los estudios, además, se hacen muchas veces con ADN mitocondrial, porque es más resistente; aunque obligue a buscar similitudes por la estirpe femenina de los desaparecidos.
El ADN forense también sirvió para atribuir los restos de la familia Romanov, la familia del último zar de Rusia, asesinada por los soviets, junto a cuatro sirvientes. Terminaron las dudas sobre la veracidad de las personas que se autoproclamaban descendientes de los zares.
También se está intentando resolver el caso de Cervantes por genética forense. Sí está aceptado por los especialistas que seguramente está enterrado en la Iglesia de las Trinitarias. Y parece demostrarse que es suyo alguno de los restos encontrados, concretamente el brazo de un mutilado en la mano izquierda, cosa que coincidiría con el manco de Lepanto. Se intentará comparar con los restos de su hermana o de alguno que parece pertenecer a su descendencia, aunque parece difícil. Ver Informe Semanal del 21 de marzo de 2015.
ADN no humano
La técnica forense también actúa en casos en que hay envueltos animales, por ejemplo en casos en que el animal es la víctima. Pongamos por ejemplo el caso de un perro que ladra y un vecino harto lo liquida y lo entierra. Si se encuentran los restos del animal enterrado y se pueden cotejar con pelos, por ejemplo, que hayan quedado en la casa, se puede colaborar a adjudicar la culpabilidad.
En otros casos, los animales son los agresores, o pueden ser vehículos que lleven a la culpabilidad. Por ejemplo que se encuentren los pelos de la mascota de un sospechoso hallados en el lugar de un crimen, cuando el dueño aseguraba estar paseando al animal por otro lugar.
En otros casos, un animal puede ser un vehículo involuntario y jugar un papel atribuyendo una culpabilidad cuando no es así. Una vez, en el laboratorio de Barcelona volaba un mosquito. Al aplastarlo entre las manos, en las palmas de la persona que lo había hecho, quedaron restos de la sangre que había chupado el mosquito. Secuenciaron el ADN y vieron que pertenecía a uno de ellos.
Dio qué pensar. Si en la pared del escenario del crimen se encuentra sangre de una persona, y que corresponda al aplastamiento de un mosquito, quién puede asegurar que no se trata de un vecino inocente que además de ser víctima de la picadura de un mosquito puede ser víctima de un caso de falso positivo? Para evitar situaciones de este estilo, el ADN es un indicio, una prueba; en los juicios hay muchas más.
Las bases de datos
Las bases de datos de ADN para usos forenses permiten resolver hechos delictivos que han quedado sin resolver, exonerar casos de inocentes que habían sido condenados de forma incorrecta. Permite también ayudar a identificar personas en acciones humanitarias.
Estas bases se comparten entre distintos países europeos y occidentales, básicamente. Los casos en que se ha estudiado ADN forense, una vez condenados, se incluyen la base. También se incluyen los perfiles de víctimas sin identificar que no han sido resueltos, pueden permitir encontrar desaparecidos. Y se incluyen casos en que han quedado encallados por falta de indicios. Comparar muestras de distintos lugares ha permitido resolver casos.
En fecha junio de 2015, en la base de datos mundial hay más de sesenta millones de perfiles de cincuenta países. El acceso en España, tanto para introducir como para leer datos, lo tiene los cuerpos de policía autonómica (Euskadi, Navarra, Cataluña), la Guardia Civil, los Ministerios de Interior y de Justicia, y la Interpol. Óbviamente, el acceso es limitado.
Hacia adónde vamos
Las últimas técnicas permiten, a partir del perfil del ADN, la reconstrucción 3D de retratos robot. Quizá esta sea una forma de solucionar crímenes que ha de utilizarse en el futuro. Otra aplicación podría ser la que ha intentado aplicar la policía en Hong Kong, para encontrar a los que ensucian la ciudad echando colillas, chicles o escupitajos en el suelo. Quizá también el futuro nos lleva al ambiente que propone la película GATTACA.
Manuel, ayudado por Juan Antonio, nos han explicado muy claramente cuál es su profesión. Utilizan ejemplos muy claros, simples, directos. Cuando se lo comentamos, responde que está acostumbrado a aclarar el lenguaje pericial de un genetista a jueces, fiscales, peritos o jurados, personas que habitualmente no saben genética; y de lo que comprendan del informe pericial van a declarar culpable o inocente a una persona. La responsabilidad es mucha. Se diría que les gusta su trabajo.
Y, cómo te dedicaste a la genética forense, Manuel?
Soy de Granada y vine a Barcelona a estudia Biología. En un curso de bioingeniería conocí a mi mujer, así que me puse a buscar trabajo para quedarme aquí. En 1992 entré en el Departamento de Barcelona del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses. Así que no elegí dedicarme a la genética forense. Pero ahora, lo elegiría. Juan Antonio asiente.
Más información
Crespillo-Márquez M, et al. “La identificación genética como herramienta en la investigación de adopciones irregulares y sustracción de recién nacidos en España: experiencia del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (Departamento de Barcelona)“. Rev Esp Med Legal. 2015.
http://dx.doi.org/10.1016/j.reml.2015.06.001
www.elsevier.es/mlegal
Cuadernos de Medicina Forense.
Manuel Crespillo en REDES _ El experimento (24/02/2003): DNA forense.
Claes et al. (2014): Modelling 3D facial shape from DNA. Plos Genetics
Goff, M. Lee (2004): El testimonio de las moscas Cómo los insectos ayudan a resolver crímenes. Fernando Borrajo Castanedo (traductor) Alba Editorial. ISBN: 8484281353 ISBN-13: 9788484281351
Ken Follett (1996): El tercer gemelo.
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