La erupción del volcán Eyjafjällajokull (nombre que significa isla-montaña-glaciar) ha paralizado el espacio aéreo de Europa, porque las partículas en suspensión pueden dañar los motores de los aviones.
El caso es que, si las partículas del Eyjafjalla se depositan en la estratosfera, no se lavarían con la lluvia, de modo que impedirían que una parte de la luz solar alcanzara la superficie de la Tierra y a su vez disminuiría algo la temperatura.
Algo así sucedió con la erupción del Pinatubo de Filipinas en 1991 y con el Krakatoa en 1883. En 1815, la erupción del Tambora de Indonesia fue tan brutal que el ruido se oyó a 4.800 km de distancia. Se estima que murieron alrededor de 50.000 personas y durante dos días apenas asomó el sol.
El verano siguiente, de 1816 fue el llamado año sin verano. Además de temperaturas de 3ºC de media en julio registrados en Francia, se perdieron las cosechas con lo que hubo muchos muertos por hambre; se llamó el año de los mendigos.
Las crónicas históricas también relatan algo parecido tras la erupción del volcán Laki, de Islandia en 1783. En este caso, además de otras circunstancias, el hambre generada provocó disturbios sociales que culminaron en la Revolución Francesa.
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