El chihuahueño

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He estado en casa de Luis. Hacía tiempo que no le veía y, entre muchas otras cosas, me ha presentado a su nuevo chiuhahueño.

El ejemplar es mucho más ligero que otros de su misma raza; y mucho menos histérico. Y, cuando Luis me ha contado la historia, me ha reconciliado con el grupo.

Les llaman chihuahua, pero el nombre debería ser chihuahueño, porque Chihuahua es el nombre de su región de origen.

Nada más verlo, y a Leopoldo en concreto, resulta obvio que es un perro de desierto. Sus grandes orejas sirven para escuchar bien, pero también como radiadores por donde perder el exceso de temperatura antes de sucumbir. Es un claro ejemplo de la ley de Allen.

Y Luis, contándome la historia me hacía ver cuán útil podía ser un perro de pequeñas dimensiones y pelo corto para un pueblo que vivía en tiendas prácticamente en el desierto. El que aquí y ahora sea un perro juguete no nos deja valorarlo. Gracias Leo, por contarme tu historia.