Etnografía en el Moncayo

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Una vez, regresando de Soria, decidimos evitar la autopista y optamos por hacer una ruta, más o menos paralela, por el Moncayo. Si no recuerdo mal, debía ser final de verano. Calor con los trajes de cuero. La moto se inclinaba en las curvas. Ya teníamos hambre y después de las 15h encontramos finalmente un pueblo.

Paramos, nos quitamos el casco, las chupas y nos acercamos a un viejo con boina sentado en horcajadas en un muro bajo de la plaza, que se apoyaba en la garrota.

Le preguntamos: ¿Nos recomienda algún lugar para comer, en el pueblo? -Si! aquí arriba hay un bar cojonudo.

Fantástico comentamos ilusionados.

Entramos en el bar, y nos entró la desolación: aluminio por todas partes, incluso los estantes casi vacíos, solamente una botella de ponche, también metálica.

Preguntamos a la mujer: “¿Podemos comer?” y nos contestó entusiasta: “Sí, si se lo traen.”

Cinco minutos después estábamos enfundados en los cueros trazando las curvas del Moncayo.