Els canvis en l’atmosfera

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Ahir dimecres 20 de març va venir Javier Martín Vide, director de l’Institut de Recerca de l’Aigua (UB) i acadèmic de la RACAB, per parlar-nos dels canvis en l’atmosfera.

En els passats trenta anys, l’atmosfera terrestre ha patit canvis en la composició química que s’han vist reflectits en la manifestació tèrmica, de precipitacions; és a dir, en el clima. El canvi climàtic es pot considerar un nou risc, què podem fer per a mitigar-ne els efectes?

La isla de calor

Javier estudia el cambio local del clima, el efecto isla de calor de la ciudad de Barcelona. Es una anomalía térmica, un calentamiento del centro respecto del entorno, que sucede en ciudades a partir de entre 5.000 y 6.000 habitantes; y de hecho, incluso en poblaciones de 2.000 habitantes. En España sucede lo mismo en Madrid, en Zaragoza o en Valencia.

En Barcelona, el centro de la isla de calor es la Plaza Universidad. De hecho, los vecinos de Sarrià, cuando salimos del metro tomado en el centro de la ciudad, notamos el cambio de temperatura: nuestro pueblo está más fresco. Sin embargo, este efecto no se da todas las noches. Cuando sopla viento no existe apenas contraste, ya que el viento barre el aire del centro. Tampoco los días que llueve o el cielo está cubierto, porque la periferia no pierde tanto calor. El resto de las noches el fenómeno es marcado.

¿Cómo se determina la isla de calor?

Para estudiar la temperatura de las ciudades se suele utilizar una estación en el centro y otra en un lugar exterior, pero cercano, que acostumbra a ser el aeropuerto, ya que los datos suelen ser de calidad. Los resultados se notan en las mínimas, porque durante el día las temperaturas se igualan. En este caso, la contaminación del centro de la ciudad disminuye la insolación, con lo que se calienta menos que el exterior que es más diáfano.

El Grupo de Climatología que dirige Javier recibe las observaciones de la estación situada en la Facultad de Geografía (UB), en el Raval, y las compara con las observaciones recibidas del aeropuerto. La diferencia es de 2ºC. El doble del aumento de la temperatura global de la Tierra, que se calcula ha aumentado 1ºC de media después de la Revolución Industrial. Aunque algunas noches la diferencia de temperatura entre el centro y la periferia de Barcelona puede ser de hasta 7ºC.

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En realidad, hablar de Barcelona significa hablar del Área Metropolitana de Barcelona nuclear, ya que no hay solución de continuidad con L’Hospitalet; aunque en el norte sí se nota la influencia de la canalización del río Besós, que trae aire más fresco del Vallès.

¿Qué provoca la isla de calor en las ciudades?

Las causas pueden ser diversas. Por un lado, la ciudad desprende calor: los aires acondicionados, los motores, las bocas de metro… factores asociados a la población. Además, las ciudades acumulan energía por los materiales con que están construidos sus edificios y el asfalto de las calles -que tienen un mayor calor específico. De manera que de día absorben calor y de noche lo liberan. El suelo impermeable del suelo y el drenaje eficaz del agua de lluvia o de riego, por su parte, eliminan el factor refrescante de la evaporación.

Por otra parte, la topografía urbana geométrica, con edificios en forma de prisma, genera cañones urbanos. Esta estructura ofrece poca superficie de enfriamiento, por la escasa superficie por donde puede escapar la radiación de onda larga, que es la térmica. De hecho, nunca en la estación de la Facultad de Geografía se han registrado temperaturas negativas, ni siquiera durante la nevada tardía de marzo de 2010.

El efecto isla de calor tiene repercusiones. Por una parte, la isla de calor provoca mayor gasto energético en verano; en Sevilla, se gasta más energía en verano que en invierno, debido a los aires acondicionados. Por otra parte, se favorece la aclimatación de especies invasoras. Y tampoco es bueno para las piedras de los monumentos.

¿Cómo se valora el gradiente de la isla de calor?

El equipo de Javier toma datos del gradiente térmico de la ciudad siguiendo dos rutas en sendos coches: una desde Castelldefels hasta Badalona (en granate en la imagen) y la otra desde Molins de Rei hasta Montcada, pasando por la Diagonal y la plaza de las Glorias (en verde). Toman datos con un termohigrómetro digital a 1,5 m del suelo, cada 500 m y con el coche en marcha.

Con los datos que toman (entre ochenta y noventa por recorrido) realizan mapas de isotermas, que ponen de manifiesto el gradiente en Barcelona es en meseta, dado que el Ensanche es uniforme y conecta con la ciudad antigua. Esto sucede en las capitales de la vieja Europa, a diferencia de las ciudades estadounidenses en que suele haber un crecimiento en pico cuando se deja atrás la zona de urbanización extensa para pasar al down-town. El punto más cálido de la ciudad ahora es la Plaza Universidad. Y las observaciones detectan la excepción en Barcelona al cruzar Besós.

En ciudades como París, Sevilla o Londres el río que las cruza dibuja una isla de calor con dos núcleos marcados -siempre y cuando el agua del río tenga una temperatura inferior.

Efectos sobre la salud

Según datos de ISGlobal, las noches con temperaturas mínimas altas afectan a la salud, tanto a la morbilidad como a la mortalidad; porque frente a una ola de calor el efecto isla actúa como un plus térmico. Se describen como noches tropicales, aquellas en que la temperatura no baja de 20ºC, de las que en el observatorio de la calle Montalegre (UB) se han contabilizado noventa en 2018. Noches tórridas, aquellas en que la temperatura no baja de 25ºC, en el mismo observatorio en el mismo año, se han contabilizado trece.

El 4 de agosto de 2018 la temperatura mínima que registró el meteocat fue de 29,4ºC. Esto significa que en algún piso del Raval, con una pared expuesta a poniente, por ejemplo, la temperatura bien pudo alcanzar los 31 ó 32ºC. Quién duerme en un entorno así? El problema de estas noches no es que el cuerpo sufra un golpe de calor, una hipertermia aguda que provoca un coma; sino un debilitamiento general por falta de descanso que deteriora la salud, volviendo a la persona más susceptible a un fallo cardiorrespiratorio.

La mortalidad en Barcelona tiene su máximo en invierno, si bien cada vez hay más picos en verano. Durante la ola de calor de 2003, que en París y Londres se contabilizaron los 40ºC, en España se contabilizó una mortalidad elevada en cien defunciones, que posteriormente subieron a 6.500; mientras que en Francia se contabilizaron 18.000 personas de más que murieron. En Barcelona, los tanatorios no tenían plazas, hubo de habilitar campamentos refrigerados para acoger a los cadáveres.

Hace treinta años la isla de calor en las ciudades era considerada una anécdota. Ahora es considerada un riesgo climático dentro del calentamiento global. Javier ha sugerido al presidente de la AEMET que, de la misma manera que hay alertas por episodios de lluvia o de nevada, los haya con las olas de calor para que la población tome medidas especialmente para mitigar el efecto del calor nocturno.

Para conocer con mayor detalle la distribución de la temperatura y de la humedad en la ciudad, el equipo de Javier planea poner en marcha un proyecto de ciencia ciudadana. Para ello requerirían instalar en algunos edificios sensores de humedad y temperatura a distintos niveles: próximos a la calle y en los pisos altos -a fin de cuentas, tras la ornitología, la meteorología es la disciplina que cuenta con más aficionados.

Cómo mitigar?

Barcelona es una ciudad muy densa (unos 16.500 habitantes por kilómetro cuadrado) que apenas tiene zonas verdes. La Ciudadela, que abarca 15 Ha, es el único gran parque que permite compensar el efecto isla de calor. Collserola está situado en la periferia. Así, la solución pasa por aumentar la infraestructura verde, algo que requiere planificar a medio plazo.

Esponjar la ciudad es otra línea de trabajo. Las superillas intentan pacificar la ciudad, devolviendo el espacio al ciudadano, aunque no han sido bien acogidas por la ciudadanía, por no haberse comunicado demasiado bien.

También se pueden pintar de blanco paredes y tejados, como se encalan las casas de la costa mediterránea, para evitar que se caldeen. Javier ha medido la temperatura de las paredes encaladas en Andalucía, que estaban a más o menos un grado la temperatura ambiente, mientras que puertas pintadas de oscuro colindantes tenían una temperatura superior en quince o veinte grados.

Reflexionamos cómo se podrían volver más amables plazas como las dos que rodean a la estación de Sants, tan poco acogedoras, en las que nunca hay nadie aprovechando el espacio público; mientras que el cajón que cubrió las vías de tren, algo más hacia el sur, que se cubrieron con montones de tierra estabilizados con vegetación está bien concurrido.

La arquitectura rural clásica que situaba los pueblos en la solana frente al este, más que en la umbría; o la ventilación aprovechando corrientes naturales, han de volver a predominar. Así ya no se hablará de arquitectura bioclimática, sino de arquitectura y punto.

Sobre el cambio climático

Que estamos en un cambio climático ya nadie lo duda. Las olas de calor tendrán un mayor efecto en las ciudades y parece que la sequía subirá en la cuenca mediterránea. Así como el efecto de la temperatura es más conocido y se conoce su inercia (aunque ahora no se emitieran más gases de efecto invernadero la temperatura seguiría subiendo), no está tan clara la predicción del régimen de lluvias.

Se habla, en efecto, de ciclones especialmente a finales de verano cuando la temperatura del mar es superior. De hecho, se habla de “medicanes”, que no serían tan fuertes como los que se forman en los grandes océanos.

En los observatorios históricos de Gibraltar, con datos fehacientes desde 1791, y de San Fernando (Cádiz), los registros muestran que hay una tendencia a la baja del régimen de pluviosidad. La serie centenaria del Observatorio Fabra, no indica que haya disminuido la pluviosidad media. Sin embargo, la serie más antigua de Barcelona la inició Salvá i Campillo desde su casa de la calle Petritxol: tomaba tres veces al día la temperatura, la humedad y el estado del cielo y, desde su inauguración en 1792, se publicaban en el Diario de Barcelona.

Para terminar, comentamos algunas otras efemérides meteorológicas. Javier pone de ejemplo los años en que diversas erupciones volcánicas situadas en el trópico -cuando las cenizas se distribuyen por el planeta- cambiaron el clima. Como la del volcán Tambora en 1815, que provocó que 1816 fuera el “año sin verano“.

Hablamos también de la “Pequeña Edad de Hielo“, cuando en el Mínimo de Maunder se helaba el Támesis y se podían realizar actividades sobre el hielo, que soportaba grandes pesos. O cuando durante el Mínimo de Dalton se describió un iceberg entrando por Gibraltar. Los estudios en Cataluña relatan hielo en la desembocadura del Ebro.

Concluimos que efectivamente el clima de la Tierra se ve influido por las erupciones volcánicas, por la actividad de las manchas solares, que siguen ciclos de once años, o por la actividad de la Corriente de El Niño, que no lo hubo entre 1998 y 2015. Los datos estadísticos son claros: la relación entre la actividad humana y el aumento de temperatura es robusta. Hay cambio climático y está asociado con la actividad humana. Hemos de tomar medidas cuanto antes.

Y recomendamos el estupendo Atles de Núvols! Con la descripción de las nubes y las fotos de Alfons Puertas.

Més informació a Cosir i repuntejar 

Sobre el canvi climàtic (20/03/2019)

Com s’organitza un hàbitat sostenible? Cafè Científic amb Francesc Muñoz (12/12/2018)

El canvi global en els llacs de muntanya. Cafè Científic amb Jordi Catalán (21/02/2018)

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Comprendre el temps en mirar el cel. Cafè Científic amb Jordi Mazón (24/01/2013)

Cafè científic: Com estudiem el clima del passat? amb Isaac Casanovas (24/09/2012)

Més informació 

Junyent, Cristina: “El telègraf elèctric de Salvà i Campillo“. Nació Digital (28/11/2018).

Imagen: wikimedia commons